Posted by : Gonzalo jueves, 16 de julio de 2009

Anteriormente presentamos en el blogs el prefacio al libro “ Dominus Est", Reflexiones de un obispo del Asia Central sobre la Sagrada Comunión”, de Mons. Athanasius Schneider. Por Mons. Malcolm Ranjith Secretario de la Sagrada Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos y ahora publicacomos la conclucion de este libro realizada por su autor,donde expresa la importancia de la comunion en la boca.




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Sobre la base de la bimilenaria historia de la piedad y de la tradición litúrgica de la Iglesia universal en Oriente y en Occidente, principalmente en relación al desarrollo orgánico del patrimonio patrístico, se puede hacer la siguiente síntesis:
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1. El desarrollo orgánico de la piedad eucarística como fruto de la piedad de los Padres de la Iglesia ha conducido, ya en el primer milenio, a todas las Iglesias, sea en Oriente sea en Occidente, a administrar la sagrada Comunión a los fieles directamente en la boca. En Occidente, al inicio del segundo milenio, se ha añadido el gesto profundamente bíblico de arrodillarse. En las diversas tradiciones litúrgicas orientales se rodea el momento de la recepción del Cuerpo del Señor con augustas ceremonias y a menudo se exige de los fieles una previa postración en la tierra.
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2. La Iglesia prescribe el uso del platillo de la Comunión para evitar que cualquier fragmento de la sagrada hostia caiga en la tierra (cfr. Missale Romanum, Institutio generalis, n. 118; Redemptionis Sacramentum, n.93) y que el obispo se lave las manos después de la distribución de la Comunión (cf. Caeremoniale episcoporum, n. 116). En el caso de la distribución de la Comunión sobre la mano, ocurre no raramente una separación de fragmentos de la Hostia, los cuales o caen en tierra o permanecen pegados a la palma y a los dedos de la mano de los que comulgan.
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3. El momento de la sagrada Comunión, en cuanto es el encuentro del fiel con la Persona Divina del Redentor, exige por su naturaleza también exteriormente gestos típicamente sagrados como el ponerse de rodillas (la mañana del domingo de la Resurrección, las mujeres han adorado al Señor Resucitado postrándose en tierra delante de Él, cfr. Mt. 28, 9, y también los Apóstoles lo han hecho, cfr. Lc. 24, 52, y posiblemente el apóstol Tomás diciendo “Señor mío y Dios mío”, Jn. 20, 28).
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4. El dejarse alimentar como un niño, recibiendo la Comunión directamente en la boca, expresa ritualmente, de la mejor manera, el carácter de la receptividad y del ser niño delante de Cristo que nos alimenta y nos nutre espiritualmente. El adulto, en cambio, con su dedos se lleva él mismo la comida a la boca.
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5. La Iglesia prescribe que durante la celebración de la Santa Misa, en el momento de la consagración, todo fiel debe arrodillarse. ¿No sería litúrgicamente más adecuado que, al momento de la sagrada Comunión cuando el fiel se aproxima corporalmente lo más cerca posible al Señor, el Rey de Reyes, Lo saludara y Lo recibiera arrodillado?
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6. El gesto de recibir el Cuerpo del Señor en la boca y de rodillas podría ser un testimonio visible de la fe de la Iglesia en el misterio eucarístico, y también un factor sanador y educativo para la cultura moderna, para la cual arrodillarse y la infancia espiritual son fenómenos completamente extraños.
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7. El deseo de dar a la augusta persona de Cristo también en el momento de la sagrada Comunión en modo visible el afecto y el honor, debería adecuarse al espíritu y al ejemplo de la bimilenaria historia de la Iglesia: “cum amore ac timore” (el adagio de los Padres del primer milenio) y “quantum potes, tantum aude” (“osa todo lo que puedas” el adagio del segundo milenio).


Al final, damos lugar a una conmovedora oración de María Stang, madre y abuela alemana del Volga, que había sido deportada por el régimen stanilista a Kazajstán. Esta mujer con alma “sacerdotal” custodiaba la sagrada Comunión y la llevaba, en medio de la persecución comunista, a los fieles diseminados en las inmensas estepas de Kazajstán, rezando con estas palabras:


“Allí donde habita mi amado Jesús, donde Él descuella en el tabernáculo, allí quiero estar arrodillada continuamente. Allí quiero orar perpetuamente. Jesús, Te amo profundamente. Amor escondido, Te adoro. Amor abandonado, Te adoro. Amor despreciado, Te adoro. Amor humillado, Te adoro. Amor infinito, Amor muerto por nosotros en la Cruz, Te adoro. Mi amado Señor y Salvador, haz que yo sea enteramente amor, enteramente expiación por el santísimo Sacramento en el corazón de Tu clementísima Madre María. Amén”.


Quiera Dios que los Pastores de la Iglesia puedan renovar la casa de Dios que es la Iglesia, poniendo a Jesús eucarístico en el centro, dando a Él el primer puesto, actuando de tal modo que Él reciba gestos de honor y adoración también en el momento de la sagrada Comunión. ¡La Iglesia debe ser enmendada a partir de la Eucaristía! (Ecclesia ab Eucharistia emendanda est!). En la sagrada Hostia no hay algo sino Alguien. “¡Él está allí!”, así ha sintetizado el misterio eucarístico san Juan María Vianney, el santo cura de Ars. Se trata aquí nada más y nada menos que del Señor mismo: “Dominus est!”.


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Fuente: Conclusiones del libro
“Dominus est. Reflexiones de un obispo de Asia Central sobre la Sagrada Comunión”


Monseñor Athanasius Schneider


Librería Editrice Vaticana, 2008



http://la-buhardilla-de-jeronimo.blogspot.com/

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